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Ser buena persona no es sencillo: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Martin McDonagh, 2017)


Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (Martin McDonagh, 2017) podría ser fácilmente clasificada como una cinta oscura y tildarla de dura, pero si algo la caracteriza es, precisamente, su gran luminosidad. Martin McDonagh, el director de aquella sorprendente In Bruges (2008), nos hace asomarnos al interior de la convulsa alma humana para narrar una historia plagada de desgracias que, sin embargo, nos hace recuperar la fe en la calidad de las personas. Un trabajo impecable con estimulantes dosis de humor y unos actores espléndidos que permiten al director inglés colocarse al más alto nivel.


El punto de partida de esta peculiar historia es el alquiler de tres carteles por parte de Mildred (Frances McDormand) para colgar tres misteriosos mensajes: “Violada mientras moría”, “Y todavía ni un detenido” y “¿Cómo puede ser, jefe Willoughby?”. Lo que no podía imaginar Mildred era la catarsis que esos carteles iban a provocar en la apacible comunidad sureña en la que vive. Uno tras otro los habitantes de Ebbing se van posicionando a favor o en contra (principalmente en contra) de los anuncios, generando un fascinante proceso de introspección que todos y cada uno de atraviesa a lo largo del filme. Porque ese es el verdadero corazón de Three Billboards, el relato de cómo, en un mundo despiadado, cada uno lucha en su propia cruzada por ser mejor persona. Todos los personajes, desde Mildred hasta Dixon (Sam Rockwell), pasando por el jefe Willoughby (Woody Harrelson), por el publicista Red (Caleb Landry Jones) e incluso el enano James (Peter Dinklage) se ven obligados a analizar su propia moral. McDonagh utiliza los carteles como un catalizador que enfrenta a los personajes a sus propias decisiones, mostrándonos cómo sus actos están siempre motivados por el deseo de hacerlo lo mejor posible en un mundo donde no hay manual de instrucciones. No todas las decisiones son acertadas (como prender fuego a una comisaría, lanzar gente por la ventana o suicidarse) pero sí buscan aportar ese ínfimo granito de arena para hacer de este un lugar mejor. Y es que el mundo descrito por McDonagh es caótico, despiadado y muy, muy duro. Pero a pesar de todo es capaz de infundir un rayo de esperanza al mostrarnos que todos tenemos nuestra oportunidad para la redención, como el “torturador de gente de color” Dixon o el enfermo jefe de policía Willoughby. Uno de los aspectos que hacen a Three Billboards tan grande es el modo en que su historia, con ciertas complejidades y tendente a lo coral, funciona a la perfección y apoya con solidez la reflexión de McDonagh sin desfallecer ni un instante.


Y todo con una dirección sobria y eficaz, de auténtico artesano, que demuestra también su potencial plástico con el uso de la música. Gran parte del tono de la película, que se balancea con éxito entre el drama y la comedia, se debe al uso de la banda sonora que hace McDonagh. El director inglés es capaz de narrar la situación más dramática con una música cómica y aun así lograr el efecto dramático deseado. En el memorable plano secuencia en el que Dixon tira a Red por la ventana la música es capaz de llevarnos de la risa a la sorpresa y por último a la emoción en apenas unos segundos. Pero también la utiliza como recurso narrativo, provocando que Dixon de nuevo no se entere del incendio que está en marcha debido a la música que escucha con auriculares.


Mención especial merece el trabajo Frances McDormand y Sam Rockwell. Con un gran talento saben crear unos personajes llenos de matices y hacer creíble el arco que atraviesan. En el caso de McDormand hay que destacar la dureza con la que interpreta a su personaje, del cual podemos intuir su pasado tan sólo a través de miradas o pequeños gestos. En cuanto a Rockwell, se mueve con gran facilidad entre la chulería, el patetismo e incluso la ternura, demostrando el gran actor que ya era en películas como Moon (Duncan Jones, 2009).


La vida no es un viaje fácil. Está lleno de obstáculos a esquivar que, en ocasiones, nos fuerzan a detenernos. Pero si algo caracteriza este viaje es que nunca, jamás se para. Y tenemos que ir decidiendo sobre la marcha, eligiendo un camino u otro. Por eso es importante encontrar compañeros de viaje, que pueden ir y venir, pero que nos ayudan en nuestro camino. Como el final de Three Billboards, nunca sabes si te diriges en la dirección correcta, pero sólo puedes decidirlo durante el camino, porque la vida nunca se detiene.

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