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Decepción a raudales: Star Wars: The Last Jedi (Rian Johnson, 2017)



Crear (y mantener) un universo de ficción como el de Star Wars no es nada fácil. Hay que llenarlo de planetas calientes y fríos, de criaturas extrañas y humanos, de tramas políticas y místicas. Atenerse a unas reglas no escritas y ser fiel a una idea que ya se ha convertido de facto en propiedad de los fans es una tarea compleja y llena de trampas. Son ya nueve las películas que han explorado ese universo, algunas con mayor acierto y otras con desbarajustes y no siempre se ha encontrado el fino equilibrio entre la innovación y el respeto al material original.


Star Wars: The Last Jedi (Rian Johnson, 2017) ha llegado para dividirnos a todos. Star Wars: The Force Awakens (J.J. Abrams, 2015) suscitó ciertas expectativas porque, aunque no arriesgaba en exceso, en el cómputo general se trataba de una película lograda que daba pie al desarrollo de nuevos personajes. En cambio, este último episodio sólo puede calificarse como despropósito, y no desde una perspectiva de seguidor de la saga sino desde la propia construcción del filme.


En primer lugar, cuesta mucho entrar en la película. Quizá se deba a su largo metraje (152 minutos), pero durante gran parte de la película parece que simplemente se está preparando el terreno para “lo que sucederá al final”: la batalla final, a pequeña escala para nuestros protagonistas, pero dentro de un contexto planetario. Esa sensación normalmente va desapareciendo a medida que avanza la historia, pero en este caso desaparece de golpe con la pelea contra Snoke (Andy Serkis). Es decir, la película no va poco a poco acelerando, no sentimos como se va preparando todo ni nos va creando una gran expectación ante lo que intuimos se avecina. No, más bien presenciamos inertes como la película se reproduce ante nosotros esperando el gran momento que realmente nunca llega.


The Last Jedi tiene desde el punto de vista argumental una idea atractiva: la conexión entre Kylo Ren (Adam Driver) y Rey (Daisy Ridley). De forma similar a cómo se comunicaban Leia (Carrie Fisher) y Luke (Mark Hamill) en Star Wars: The Empire Strikes Back (1980), Ren y Rey se encuentran varias veces, creando una extraña relación en la que ambos intentan seducirse mutuamente, dispuestos a no ceder ni un centímetro de terreno. Esa relación es el núcleo de la película y lo único destacable en términos narrativos.


En términos formales surgen dos momentos que dejan al espectador boquiabierto. El primero de todos nos sorprende porque el lenguaje se vuelve más expresivo. Se trata del momento en que Kylo Ren y Rey se alían contra la guardia de Snoke y acaban con su vida (llegando al momento más intenso en su extraña relación). La película ha jugado con cierto coqueteo entre ambos personajes, sugiriendo que uno u otro podrían decantarse con facilidad hacia el otro lado. En ese sentido Johnson crea muy bien un suspense que se rompe cuando se utiliza una cámara lenta que da tiempo al espectador a darse cuenta de que la alianza se ha hecho efectiva. Este es uno de los pocos momentos en que realmente dan ganas de levantarse de la butaca a aplaudir. El otro momento es muchísimo más potente, aunque desde un mero punto de vista cinemático. Cuando la Almirante Holdo (Laura Dern) lanza su nave a la velocidad de la luz contra la nave de Snoke se encadenan varios planos a cámara hiperlenta de la destrucción resultante. La secuencia, en blanco y negro muy contrastado, se apoya en imágenes prácticamente fijas con composiciones que rozan la abstracción para intentar capturar el paso de un objeto a la velocidad de la luz. Son imágenes de una gran belleza que cortan la respiración al espectador.


Pero no se puede salvar a una película como esta por una buena idea narrativa y dos formales. Lo más bochornoso de todo es sin duda lo que podría llamarse “Leia haciendo el Superman por el espacio”. La muerte de Carrie Fisher y la negativa (comprensible) a resucitarla por CGI en sucesivas películas abocaban al personaje a una muerte segura. En The Last Jedi se podría haber acabado con ella de manera elegante cuando es absorbida por el espacio tras la destrucción de su nave. Sin embargo, de forma totalmente incomprensible, el guionista (el propio Rian Johson) decide que es una idea excelente que el personaje abra los ojos en el espacio y “vuele” hasta la seguridad de otra nave sin sufrir ni un rasguño. Una cosa es que Leia tenga la Fuerza y otra muy diferente es que sobreviva al vacío y al frío del espacio. Ni siquiera el poderoso Anakin Skywalker (Hayden Christensen) se atrevía a enfrentarse al espacio exterior en la secuencia de batalla inicial de Star Wars: Attack of the Clones (George Lucas, 2002). Pero volviendo a cuestiones puramente narrativas, la subtrama de Finn (John Boyega) es totalmente prescindible. Toda la historia del planeta-casino (que sí merecería cierta atención a priori) no aporta nada a la narración general: si se elimina a estos personajes la película no se vería resentida de ninguna manera. Es decir, es mero relleno, vistoso, sí, pero totalmente innecesario. Cuando se cuenta una historia todo tiene que remar en la misma dirección y no puede haber elementos que vayan por libre. Por último, la muerte de Snoke nos deja perplejos porque tenía potencial para ser un gran villano y sin embargo desaparece antes de demostrar toda la maldad de la que era capaz. Se comprende el interés por invertir en Kylo Ren (sin duda el personaje más interesante de la trilogía) pero nos hemos quedado con ganas de más Snoke.


Aparte de estos extraños momentos, una de las grandes fallas de The Last Jedi es la propia construcción de la película, hecha de pedazos de escenas conectadas con otras de forma aleatoria. El montaje es un desastre a nivel estructural porque corta escenas de forma nada orgánica para pasar a otra subtrama, que a su vez será cortada cuando está llegando al punto álgido y así sucesivamente. Es decir, no parece que haya una lógica clara para saltar de un personaje a otro, más allá de que “hay que contar dónde está este o aquel”. Esto impide realmente entrar en la película, ya que no existe un hilo argumental claro, sino más bien una sucesión de situaciones con conexiones poco claras. Rian, termina lo que estás contando en una escena antes de pasar a otra.


Grande es la polémica con esta cinta dentro del fandom de Star Wars y no se sabe si existe reconciliación posible. Las opiniones son muy polarizadas. Lo único claro, como siempre, es que Disney seguirá generando pingües beneficios (The Last Jedi ya es el segundo mejor estreno de la historia por detrás de The Force Awakens) con independencia de la calidad de sus películas. Puede haya que esperar un tiempo para poder ver esta película sin las presiones del Hollywood de las franquicias y (quizás) colocarla en otro lugar.

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